Pensamientos en la niebla

I

No tengo miedo a que me ames, tengo miedo a saber qué pasará después, cuando te vayas, cuando la emoción de lo nuevo haya pasado, cuando el tiempo y la monotonía cobre la felicidad efímera. Tengo miedo a saber que el orden volverá, qué mis listas se tacharan más rápido y que el tiempo en mi vida pasará más lento.
No tengo miedo a vivir el presente, tengo miedo al mañana y a los climas inesperados.
No tengo miedo a las tormentas, tengo miedo a los días de calma que solo ocultan serenidades pasajeras, realidades que se esfuman.
Tengo miedo a que te lleves mi fuerza, tengo miedo a que se escapen los minutos, tengo miedo a levantarme y no tener razones para tener miedo porque simplemente todo fue un sueño.

II

A veces me canso de pretender, de sonreír cuando por dentro todo quema, de tratar de encontrar el tono perfecto cuando lo que quiero es gritar.
A veces me canso de pensar, de buscar memorias en mi cabeza y de tratar de recordar por qué te quería.
A veces me canso de perseguirte, de verte tan lejos y de saber que mis esfuerzos son en vano y que tal vez ya nunca más nos vamos a acercar.
A veces me canso de pensarte, de recordar el invento que mi cabeza cree que eres, de suspirar de dolor, de amor, de tristeza.
A veces me canso de odiarte, de gastar mis energías en ti y de acordarme que no existes, que solo eres un recuerdo.
A veces me canso de mi, pero la vida me recuerda que no hay espacio para cansarse, para sacar el grito ahogado, para curar el hueco en el estómago y que a pesar de estar cansada debo seguir, sin ti.

III

Si la vida es tan bella ¿Por qué todo se siente tan oscuro? ¿Por qué tener que forzar sentimientos, presencias e incluso ausencias? ¿Por qué acabar donde no queremos y rehusarse a la felicidad?
¿Por qué mentir a otros? ¿Por qué mentirnos a nosotros mismos?
Tal vez sea culpa de otros, tal vez sea culpa nuestra.
Tal vez negarnos a la felicidad es un instinto natural. Una fuerza invisible que nos jala y nos lleva a terrenos oscuros, a desesperanzas innecesarias, a incomodidades a las que nos acostumbramos.
Tal vez, no sea así. Tal vez, sea solo yo…

IV

Nadie te destruye de forma más profunda que tú mismo. Es como si todas las cosas que hicieran daño tuvieran un poder magnético tan fuerte que es imposible de evitar.
A veces nos aferramos a la errónea idea de que todo lo que vale la pena lleva intrínseco el sufrimiento. ¿Cuándo se acabaron las sonrisas sinceras? ¿Cuándo perdieron valor las miradas? ¿Cuándo dejamos de escuchar la voz de las personas para leer sus palabras con nuestras tesituras?
No hay que sufrir para alcanzar la felicidad. No hay que aguantar esperando un día encontrar lo que soñamos. No hay que aceptar menos de lo que merecemos.
La felicidad se construye, si. Se construye a través de ti mismo.

V

Todos tenemos demonios, aquellos que nos persiguen incluso cuando dormimos y se roban nuestros sueños.
Algunos demonios son imaginarios y es nuestra cabeza la que no los deja ir.
Algunos demonios viven dentro de nuestro corazón, evitándonos seguir, quitándonos las fuerzas de luchas.
Algunos demonios se apegan tanto a nosotros mismos que es difícil diferenciar cuando actuamos por ellos y cuando por nosotros.
Algunos demonios nos dan alegrías efímeras a las que nos aferramos como si fueran la eternidad, alegrías que pesan en el corazón y que se llevan las fuerzas.
Algunos demonios nos dan tranquilidad, nos hacen sentir confort y desapego.
Sin embargo, deshacernos de ellos está en nuestras manos. Somos nosotros los que nos aferramos a nuestras almas, y somos nosotros los que debemos dejarlos libres o matarlos.

VI

Perseguimos el placer sin siquiera saber qué placeres de verdad valen la pena, sin siquiera saber si aquellas cosas a las que llamamos placeres en verdad lo son.
He descubierto poco a poco que muchas de esas cosas que nos llenan de felicidad, terminan por causarnos en algún punto, un gran dolor. Un dolor que muchas veces es evitable pero que nuestro terco corazón abraza de forma consciente y muchas veces confunde con placer.
A veces debemos guardarnos un poco de la magia que llevamos dentro para nosotros mismos porque finalmente somos nosotros quienes más necesitamos ese amor y esa fuerza para levantarnos y volver a intentar.

VII

El dolor es un compañero de viaje, un compañero que trae un equipaje lleno de huecos en el estómago, nudos en la garganta y gritos ahogados que se quedan en nuestro vientre.
Sin embargo, ese sentimiento es la prueba de que en algún punto el hueco significaba plenitud y felicidad y, a veces, solo a veces, por esos cinco minutos de felicidad vale la pena cargar mil huecos y caer en hoyos negros. ¿O será que solo nos mentimos para cubrir la deshonra de no poder valorarnos y de conformarnos con los restos del dolor de otros?

VIII

Siempre me ha gustado tener una explicación para todas las cosas, tener mi vida controlada, hacer planes, organizarme y organizar el mundo alrededor. Con todo y las implicaciones negativas que tiene querer controlarlo todo, siempre lo vi como una de mis más grandes características. Sentía que me daba poder, no frente a las personas, sino frente a mi misma. Saber exactamente qué quería, cómo lo quería y cuándo lo quería me llenaba de fuerza. Sentir que podía influir y desordenar los planes del universo era una de mis más grandes satisfacciones. Claramente, no todo el mundo puede con eso y en algunos casos creo que hasta asustaba a la gente. Es más, creo que a veces ni yo misma puedo con eso. El universo no es controlable y los planes cambian, así como los días de la semana.
La vida da vueltas sin ni siquiera avisarnos y está en nosotros es dejar ir y aceptar esos cambios o rehusarse y vivir en eterna frustración pensando en esos planes que no fueron y nunca serán.

IX

No te guardes, no te quedes en el camino, no retrocedas.
No mientas y no me mientas.
No me mires y trates de engañarme. Ya conozco esa mirada y los gestos de tus manos.
Ya sé lo que vas a decir y también sé tu respuesta a mis súplicas de no hacerlo.
No te avientes, tu sabes bien lo que va a pasar.
¡Se egoísta, ya es hora!
Sal, busca otro camino, sigue adelante.
Cáete muchas veces, pero no vuelvas.
Te prometo que al final del camino estaré ahí viéndote lograr todo y valdrá la pena arriesgarse.

X

Tal vez al principio no lo comprendí, pero ahora veo todo más claro.
Me dejaste ir y en vez de sentir libertad me até con cadenas invisibles.
Te seguí de lejos sin que supieras y me desgarre por dentro mientras no te encontraba.
Te sentí en la lluvia, en el frío de mi cama, en las noches estrelladas y apareciste en mis conversaciones con la luna.
No te quería dejar ir, en verdad, no podía dejarte ir.
Te creé tal cual quise y me convertí en esclava de mi invento.
Acaricié tus cicatrices y tantas ganas tenía de sanarte que un día se volvieron mías.
Hoy que vuelves y te veo tal cual eres. Me doy cuenta que me gustaba mi invento más que tu realidad.
Puedes irte de nuevo, ahora nos dejaré en libertad.


Los comentarios están cerrados.