De Colombia a la República Democrática del Congo (Parte 1)

Desde que recuerdo he soñado con recorrer el mundo, ver lugares desconocidos, poco comunes y conocer personas y culturas que sean distintas a la mía. Cuando mi novio me invito a pasar la navidad de 2019 en África Central, no dude un minuto en comprar mi tiquete y prepararme para lo que yo imaginaba iba a ser una aventura inusual.

El 20 de diciembre llegue al aeropuerto de Kigali, Ruanda, con mi mochila y todas mis expectativas bien puestas. Lo único que yo conocía de este lugar era lo que había visto en las películas como hotel Ruanda y lo aprendido sobre el genocidio en mis clases de construcción de paz en la Universidad. Para mi sorpresa desde el inicio me sentí como de vuelta a casa, todo lo que veía se me hacía conocido, las calles llenas de tráfico, motos aquí y allá y un orden en el desorden con un toque de modernidad que quienes han estado en alguna de las grandes ciudades de Colombia saben lo que significa. Durante mis días en Kigali, la familiaridad no fue solo visual sino también gustativa, mis desayunos estaban compuestos de huevos pericos y jugos de papaya, dos cosas que raramente he comido desde que vivo en Europa.

Caminando por las calles de Kigali

La movilización en la ciudad todo el tiempo fue en moto taxis, lo cual me generaba un sentimiento de emoción y preocupación al mismo tiempo, pero me gustaba la adrenalina de recorrer la ciudad de esta forma. Uno de los sitios a visitar fue el memorial sobre el genocidio, antes de este viaje muchas personas me habían recordado la importancia de ir a allí, especialmente por mi interés en los temas de Conflicto y Paz. No sabía que esperar al entrar, pero tenía la sensación que no sería una experiencia fácil, pues este lugar muy seguramente representaría las injusticias y el dolor que atravesaron miles de personas.

Durante el recorrido aprendí sobre la historia de los habitantes originales de Ruanda y el proceso de colonización del cual fue sujeto y como esto estuvo ligado con el desencadenamiento del Genocidio. Cada sección tenía representaciones visuales y auditivas que le tocaban a uno las fibras. Recuerdo que en algún momento después de ver los testimonios de los sobrevivientes en unas mini pantallas, mi novio y yo nos quedamos allí sentados sin poder hablar, solo con lágrimas en los ojos y sujetándonos de la mano.

A medida que avanzábamos no podía dejar de preguntarme ¿cómo después de todo lo vivido, habían conseguido ´la paz´ y retornado a una vida ´normal´?. Dos cuestiones que me inquietaban, pues pensaba en mi casa, esa casa allá en América del Sur que está intentando levantarse del dolor y anhelando abrazar la reconciliación.

Vista del memorial del genocidio en Kigali
Vista del memorial del genocidio en Kigali

Al cabo de unos días continuamos nuestro viaje en carretera desde Kigali hacia Bukavu, la capital del sur de la República Democrática del Congo, atravesando la reserva natural de Nyungwe. Antes de cruzar la frontera decidimos hospedarnos en un hotel que tenía una hermosa vista al lago Kivu. El primer día me desperté con el canto de los pescadores, quienes iban en sus piraguas listos para su labor de pesca y ambientando la mañana con sus hermosos cantos. No sé exactamente qué decían sus canciones, pero me generaba un sentimiento de plenitud y conexión con el día que estaba por empezar. En este lugar pasé unos de los días más románticos viendo cielos estrellados, nadando en el lago Kivu, leyendo y sintiendo como la vida fluía sin prisa.

Pescadores en el lago Kivu
Pescadores en el lago Kivu

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