El primer vuelo de la Fraga
11:00 de la mañana en punto. Se prenden las pantallas. Al otro lado se ve la cara de todos, o casi todos. Hay una hora exacta estipulada para esta reunión así que entramos en materia pronto. En uno de los recuadros desaparece el rostro y vemos una presentación con estadísticas, circulan las gráficas. La planificación avanza juiciosamente mientras el tiempo se cronometra con la exactitud del reloj. No, no es una de la tantas reuniones del teletrabajo que por estos días se mete en la intimidad de todos confundiendo las horas laborales con las del ocio que está cada vez más embolatado. Es domingo y esta es una reunión de amigos, pero es una reunión con propósito: en medio de la videollamada La Fraga se está cocinando.
Hace meses (meses ya) dentro del diario del confinamiento que empecé a escribir para relatar este momento de encierro y pandemia en una página que creé con un grupo de estudiantes de Cartagena, publiqué un texto de Vannia. Ella me lo compartió un día cualquiera y me pareció tan interesante y revelador de estos tiempos que decidí hacer una entrada de diario compartida para mezclar la perspectiva desde mi ventana con la de ella.
Esos amigos con los que compartimos aventuras en Holanda, horas de bicicleta y cientos de lecturas universitarias han sido algunos de los testigos de ese diario del confinamiento (que es más un de vez en cuando) publicado en las páginas de #YucaPelá. Los amigos a veces comentan, mandan sonrisas y corazones cuando alguno les gusta mucho, pero el texto compartido con Vannia los llenó de inspiración. La epifanía se posó primero en la cabeza de Juan que empezó a soñar con un proyecto colaborativo en el que pudiéramos probar todos con la escritura y compartir nuestras experiencias… así se empezó a cocinar La Fraga.
Se montaron a la idea todos o casi todos, entusiasmados, como el que se monta a un vehículo de paseo y enciende la música a todo volumen, y empezamos a construir a partir de nombres diversos, de ideas variadas, de colores, de diseños, de discusiones sobre lectores y frecuencias de escritura, sobre dominios y tecnología. Fue una discusión de meses que también se convirtió en una excusa para seguir encontrándonos en medio de la pandemia y las distancias. Se convirtió en una excusa para seguir fortaleciendo una amistad que está unida por las ideas, por el cariño y por las ganas de cada uno de aportar algo para que el mundo sea un poquito mejor, menos enfermo y menos injusto.
Cada uno trae una perspectiva propia, un bagaje distinto, una manera de priorizar y de ver el mundo. De modo que esta Fraga resulta tan colorida y diversa como nosotros mismos, unidos por el respeto, por la aceptación del otro y por el cariño.
La Fraga ve la luz hoy y el bombillo que enciende es un llamado a explorar, un llamado a confrontar los temores a desnudarse con las letras, un llamado a jugar con las palabras y sobre todo un llamado a colaborar desde las ideas y desde el cariño.
Aquí estoy, fragueando seducida con la pilera de los amigos que dedicaron domingos y horas extra para hacer este proyecto realidad; aquí estoy intentando aportar en estas páginas que toman el nombre de un cuento de Wenceslao Fernández ‘La Fraga de Cecebre’, que describe ese nombre como un bosque o una selva muy diversa. Somos Fraga de múltiples perspectivas texturas y colores, y aquí estamos para contarlo. ¡Que comience el vuelo de las palabras!

Gran proyecto amigos!!!